jueves, 12 de enero de 2012


Hace frío. Odio el frío. El exhalo glacial hiela mi alma, congela mi mente y enfría mis sentimientos.
Odio el frío, y también odio la tristeza, la melancolía. Tristeza de base, que hace que tu alma suplique algo que ni siquiera sabes lo que es.

Odio ser una inconformista, una antojada, una caprichosa, una niña de papá, porque no valoro lo que tengo, siempre quiero más, y odio ser así.
Odio como soy a veces, fría, como el tiempo, visceral, porque lo único que quiero es ser siempre yo, gritarle al mundo lo pequeño que soy en él y lo grande que me esfuerzo por ser.
Odio no quererme lo suficiente, no valorarme lo que debería, no ser consciente de que puedo conseguir lo que me proponga.
Odio tenerte lejos y que me hiele el ambiente gélido, sin un abrazo, sin una caricia, sin una sonrisa, que despierta el calor en mi, que me templa, que me devuelve la vida.
Odio odiar tantas cosas, pero sobre todo odio sentierme sola, desprotegida, sin ti. Odio no poder tenerte cuando quiera, y odio no quererte siempre como tu te mereces.
Odio estar así, odiando, reprochando al mundo mi odio, y no aprender a ver que la vida, con su frío, sus ausencias y sus defectos...puede ser maravillosa.
El odio nunca es vencido por el odio, si no por el amor. Mahatma Gandhi.

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