viernes, 29 de abril de 2011

Con Dedicatoria


Recorro el camino que me lleva a mi destino. Las piedras se me clavan en los pies, pero lo que de verdad duele es mi alma. Apesadumbrado recorro las angostas, estrechas y silenciosas calles pensando en que ninguna penitencia puede tener solución a mi pecado. Creo que ni mil caminos pueden salvarme de vivir condenado a la tristeza.
Es de noche. Levanto la vista y veo una luna llena en el cielo, una luna que ilumina mi camino como luz acusadora. Mi rostro refleja el calvario en el que vivo. Las ojeras de mil noches en vela acusan un rostro congestionado, que masca la tragedia.
Mientras camino con pasos lentos, pesados...escucho el ruido que producen mis pies al arrastrarse, sin ganas de avanzar, pero menos de retroceder. Ni un solo suspiro sale de mis entrañas, solo puedo guardar silencio.
Poco a poco sigo adelante, monótonamente. Mil ojos curiosos acompañan mi delirio hacia el abismo que encierra la soledad. Sé que sus mentes divagan sobre que malévola acción pude cometer para pasar por este trance. No pueden hacerse una idea. ¿Quién soy yo para hacer infeliz a una persona? Tengo el alma perforada de todas y cada una de las lágrimas vertidas por mi causa, y el corazón herido por haberme dado cuenta de lo que tuve y perdí, de lo que poseía y no supe apreciar. Merezco esto y merezco mucho más.
Hoy es viernes de dolores, y mientras sigo con la marcha pienso en lo que significa esto: el luto por alguien que murió por nosotros. La ironía es la suave navaja que hiere sin derramar sangre, pero que deja heridas profundas que rara vez llegan a subsanarse. El dolor es plomizo y helado.
Por fin he llegado a mi destino.
La luz de mi farolillo alumbra un pórtico románico, y los arcos abovedados, como brazos, me oprimen el pecho dificultándome incluso respirar. Esto ya ha acabado. La penitencia se ha cumplido, pero sigo teniendo ese sabor amargo que no me deja disfrutar de nada. Los pies me sangran, sangre por llanto.
No todo tiene remedio en esta vida, por lo menos hay cosas que no deben tenerlo, y el destino se encarga de llevarnos por el camino más justo, asique sólamente deseo que seas feliz, y que sepas perdonarme algún día todo el calvario que te hice pasar.
Hoy la noche con su luna acusadora me ha dado una lección magistral, y aunque no pueda ni suspirar un lamento, mi alma llora desconsoladamente.

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